"Toilette": La higiene a finales del siglo XIX.
La palabra 'toilette' no designa solamente el aseo personal, sino también todo aquello relacionado con el aderezo personal como el vestuario, la joyería, el maquillaje o el peinado. También se utiliza para designar el espacio dentro de la casa en que se realizan las actividades relacionadas con este aspecto de la vida diaria.
A finales del siglo XIX existían tres ambientes típicos; el cuarto de aseo como tal, un tocador femenino y una zona de aseo dentro de un dormitorio.
Gracias a las innovaciones como el agua corriente, los calentadores de agua, etc. el aseo pasó a ocupar una parte importante en la vida del siglo XIX. Al contrario de lo que solemos pensar, se le daba gran importancia a la higiene e, incluso desde el punto de vista médico, se animaba a la población a seguir unas costumbres higiénicas adecuadas.
Durante largo tiempo convivieron costumbres anteriores con las innovaciones. Por ejemplo, aun contando con un grifo en el baño, el agua se recogía del mismo para después verterlo en una pila para lavarse. Generalmente el aseo diario se hacía lavándose por zonas. El baño se hacía una vez por semana. Hemos de pensar que las bañeras tenían que ser llenadas con cubos de agua caliente. Evidentemente estamos hablando de costumbres entre la gente acomodada que contaba con servicio que se ocupaba de estos menesteres.
ASEO EN EL DORMITORIO
El agua corriente no llegaba hasta las habitaciones, de manera que en los dormitorios solía haber un aguamanil, palabra que se refiere tanto a la jarra como a la palangana, donde se lavaban. Había retretes portátiles, parecidos a taburetes, con un agujero que eran luego vaciados por el servicio. Se daba gran importancia al afeitado en los caballeros que contaban con utensilios muy variados para este quehacer. Vemos un espejo barbera con espacio para guardar los utensilios del afeitado. Había brochas de afeitar con el mango desenroscable, lo que permitía el uso de recambios de las cerdas naturales. Estos mangos podían ser de marfil como el que se muestra en una de las vitrinas.
TOCADOR FEMENINO
El tocador solía estar en una habitación separada dedicada al arreglo personal. El mueble tocador servía también como escritorio o costurero. También se dejaban en él las joyas que se iban a utilizar. En aquella época, se pensaba que no era bueno lavarse demasiado el pelo, lo mejor cada tres o cuatro semanas, por lo que se dedicaba tiempo a su cepillado y se solía aplicar aceite para el cabello. Se utilizaban mucho las tenacillas para rizarlo.
Había que tener unos recipientes para guardar los productos de belleza que se solían hacer en las droguería o se fabricaban en casa. En la exposición podemos ver en unas vitrinas unos contenedores, en este caso de hueso. Era el material más adecuado para guardar los productos que se hacían en casa, desde el maquillaje, las cremas, lociones hasta los polvos o el carmín. Con el tiempo fueron imponiéndose las empresas cosméticas con sus productos. Algunos de esta pequeña muestra pertenecientes a la casa Gal, Floralia o L.T. Piver. Al lado del tocador vemos una pequeña escupidera roja que se utilizaba para después del enjuague bucal. Se utilizaban esponjas dentales para dientes más sensibles ya que dañaban menos que los cepillos hechos con cerdas naturales y también polvos para blanquear los dientes.
SALA DE BAÑO
En esta sala de baño vemos un moderno retrete de porcelana que, como podemos imaginar, no estaba al alcance de cualquiera. Aparecieron a mediados del siglo XIX en Inglaterra. Una empresa pionera de estos utensilios fue Doulton. Se utilizaba papel de trapo como papel higiénico. Era caro y, en hogares más humildes, sustituído por papel de periódico. Al lado del retrete un aseo con agua corriente que se utilizaba para recoger el agua y llevarla a las palanganas. Como podemos ver el lavabo está bastante más alto que un lavabo normal de hoy en día. Originalmente estaba todavía más alto. Recordemos que no estaba destinado para lavarse, sino para coger el agua. Además desagua en el mismo retrete. Debajo del aguamanil vemos un cubo que recogía el agua utilizada. Contaba con un dispositivo en la tapa que se cerraba una vez pasada el agua. Una bañera de cadera y un bidet portátiles que podían llevarse a cualquier habitación donde su uso fuera requerido. El uso del bidet se recomendaba sobre todo debido a las enfermedades de transmisión sexual y para la higiene femenina.
Mueble de afeitado con 'Sudoral', el primer desodorante, un paño hecho a mano y objetos de afeitado.
Utensilios de higiene de marfíl con las iniciales del Marqués de Cerralbo y una cajita para dentífrico.
Cuarto de aseo con aguamanil, pila con agua corriente y retrete de porcelana.
En la parte posterior del retrete vemos un objeto de porcelana que servía para guardar el papel higiénico.
Conjunto museístico con bañera de cobre y sus grifos (al fondo), junto a calentador de agua (a la derecha) y jarra sobre jofaina (izquierda).
CONSOLIDACIÓN DEL CUARTO DE BAÑO DOMÉSTICO
La materialización del cuarto de baño en la vivienda desde finales del S.XIX en adelante fue lenta pero pero palatina, en parte como solución a la preocupación por los frecuentes brotes de enfermedades e infecciones de importantes núcleos de población, y también como fruto de la incipiente industrialización y “modernización” de una sociedad cambiante.
La idea de que las enfermedades se transmitían a través de los gérmenes, los cuales estaban relacionados con la suciedad corporal, se promovió desde todos los ámbitos sociales y gubernamentales (entre otros con prestigiosos estudios científicos como los de Pasteur y Lister; 1860-1870).
La reserva de un espacio dedicado al aseo, el baño y la pura evacuación de los fluidos corporales, se desarrolló a finales del S.XIX principalmente en viviendas burguesas y ambientes económicamente acomodados, inicialmente en Inglaterra y Estados Unidos, mediante el diseño de espaciosas salas que exhibían con gran parafernalia, recargados muebles de madera tallada, que revestían a cada uno de los aparatos sanitarios, en el interior de espacios ornamentadas con todo lujo de detalles (suelos de mármol, orfebrería diversa, cortinas de terciopelo, azulejos de artesanía y obras de arte, como pinturas y esculturas).
La reunión de todos los aparatos en un mismo espacio se resistía, siendo muy común el reservar un espacio para el aseo y el baño por un lado (con la bañera y/o ducha, lavabo y bidé) y el espacio, a modo de pequeño cuarto independiente, para la ubicación del retrete o inodoro, por otro. La rápida evolución del diseño y la arquitectura libre de condicionantes históricos y culturales de las nuevas sociedades bien estantes americanas fue dando paso a la popularización de cuartos de baño sencillos en todas las viviendas, con la reunión de todos los aparatos sanitarios (incluido el inodoro) en un mismo espacio, reducido pero suficiente, y sobre todo, accesible a la gran mayoría de clases sociales norteamericanas, extendiéndose y afianzándose más tarde este concepto a la arquitectura doméstica de “la vieja Europa”. Las diferentes corrientes higienistas, unidas al proceso de progresiva industrialización, dieron lugar a principios del siglo XX a la mejora de las infraestructuras del saneamiento y al desarrollo de numerosas redes de distribución de agua potable a nivel urbano, que unido al perfeccionamiento técnico y afianzamiento de pequeños calentadores domésticos de agua, facilitaron en gran medida, la implantación definitiva del cuarto de baño doméstico, como lo conocemos hoy en día.
Fuentes de la que se ha extraído la información:
Exposición 'Toilette' La higiene a finales del siglo XIX. Exposición que fue producida por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y presenta piezas del propio Museo Cerralbo, del Museo del Traje y de una colección privada.
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