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Foto del escritorBeatriz Manrique

VALLE DE SUEÑOS: Dos españoles que triunfaron en USA; Carmencita Dauset y Rafael Guastavino.



Todo por ti de Beatriz Manrique

CARMENCITA DAUSET


Carmen Dauset Moreno fue una bailarina española afincada en Estados Unidos. Nació en 1868 en Almería, Andalucía, España. Era hermana de María del Mar, esposa del mítico cantaor alicantino Antonio Grau Mora, “Rojo el Alpargatero”. Sus padres la pusieron a estudiar danza con sólo siete años de edad en la ciudad de Málaga y a los doce era ya una artista en toda regla, destacando en las veladas de danza del Teatro Cervantes en 1880. Según su biógrafo, además tomó clases de lengua extranjera a un coste de 40 dólares al mes, con la ayuda de familiares y conocidos.


Hacia 1882 dio espectáculos por todo el país e incluso ofreció eventos en Francia y Portugal. Además del sobrenombre de “Carmencita”, fue conocida como “La Perla de Sevilla”. Actuó en el Nouveau Cirque de París en 1887 y nuevamente en la Exposición Universal de París de 1889; en esta última ocasión un importante agente artístico americano, Kiralfy, se fijó en ella y le propuso bailar en Nueva York, sin demasiado éxito inicial.


Hasta entonces había hecho giras fuera de España en compañía de Trinidad Huertas, "La Cuenca", y otras figuras del baile andaluz de la época. Actuó en el Madison de Nueva York a fines de enero de 1891, ante unas 8000 personas, obteniendo un gran éxito con su baile flamenco. Recibió allí tantas ofertas de trabajo que decidió establecer su residencia en Estados Unidos, actuando sin parar, a veces vestida de hombre, y ejerciendo de modelo para grandes pintores e incluso como reclamo para anuncios. Durante los siguientes años, Carmencita actuó en grandes ciudades estadounidenses. Apareció en el Music Hall de Koster y Bial en noviembre y principios de diciembre de 1894 antes de vender sus propiedades en los Estados Unidos y regresar a Europa, aunque continuó realizando giras. Actuó en el Palace Theatre en febrero de 1895 y periódicamente en el Théâtre des Nouveautés de París.




Es conocida por su papel en un breve documental del mismo nombre, pero además se convirtió en la musa de los cenáculos intelectuales, posó en las fotografías de Sarony y para la publicidad de los cigarrillos Sweet Caporal. Su retrato fue pintado por artistas tan notables de la época como John Singer Sargent, William Merritt Chase y James Beckworth, quienes la reclamaron como modelo.




Según el historiador de cine C. Musser, Carmencita fue la primera mujer en aparecer frente a una cámara de cine de Edison, y tal vez fue la primera mujer que apareció en una película de cine en los Estados Unidos, en una toma de unos 21 segundos, filme que se mantiene en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. En la película, que se rodó en los Estudios Black María de New Jersey entre el 10 y el 16 de marzo de 1894, cumple una rutina que había estado llevando a cabo en Koster & Bial's en Nueva York desde febrero de 1890.





En 1901, viajó en bordo del vapor Orissa hacia Rio de Janeiro para actuar en el estreno de la obra Moulin Rouge, donde perdió tres medallas de oro, una de ellas con una dedicatoria. Ese mismo año sufrió un intento de asesinato por parte de un amante.


Carmencita falleció en 1910 seguramente en Aliquippa, Pensilvania, Estados Unidos.



Carmen Dauset no sólo fue una bailarina famosa en Nueva York sino que el alcance de su fama recorrió el país entero, desde Washington State hasta Carolina del Sur, desde Nueva York hasta las ciudades de California. Su nombre se codeó en las noticias con otras estrellas de vaudeville de la época (Cissie Loftus, Fay Templeton, Fanny Davenport, Lottie Collins, Loie Fuller, etc.), así como con artistas legitimados de los teatros y salas de conciertos (Panderewky, Sarasate, Bernhardt, Modejska, etc.). Bailarina de escuela bolera sobre todo, actuó en las giras de grandes espectáculos musicales y de vaudeville en teatros de toda condición y tamaño con la mayoría de los empresarios que consolidaron dicha industria a finales de siglo, y supo adecuar e incorporar bailes de su cosecha dentro de un repertorio que acabó por imponerse en gran parte del público del país, incluido una porción significativa de mujeres de la alta sociedad que empezaba a atreverse a romper los viejos esquemas victorianos. Había dejado tras de sí dos retratos famosos que ahora cuelgan en las paredes del Metropolitan de Nueva York y del Museo d’Orsay de París. Con su cuñado “El Rojo”, organizaron la primera fiesta flamenca conocida en Norteamérica.





Un corresponsal en Nueva York del diario The Sunny South de Galveston (Atlanta) escribía, refiriéndose a su fama y a lo que la prensa calificó como la “primera verdadera fiesta española dada en este país”, realizada en honor de la artista el 30 de enero de 1891, y conocido como el “Carmencita Ball” a las puertas del Madison Square Garden de Manhattan:


“Ningún político, ningún ministro, incluso ningún actor antes, probablemente, recibió tal bienvenida en esta ciudad. Lo más que se aproxima a una cosa de esta clase ha sido quizá cuando John L. Sullivan peleó ante una multitud en el Madison Square Garden, pero ni siquiera entonces se contó con la presencia de las damas y damiselas de la Quinta Avenida”.






RAFAEL GUASTAVINO


Nacido el 1 de marzo de 1842 en el seno de una familia con tradición musical y artística (uno de sus abuelos fue constructor de pianos y uno de sus tatarabuelos fue Juan José Nadal, el constructor de la arciprestal de San Jaime de Villarreal), Rafael Guastavino Moreno pasó su infancia en Valencia, en un entorno arquitectónicamente muy rico, al lado de la catedral (se ha señalado la coincidencia en el tiempo con la restauración de la muy cercana Lonja de la Seda, que le habría dado la oportunidad de observar sus elementos constructivos).


Se formó en la Escuela de Maestros de Obras de Barcelona, y en esa ciudad inició su trabajo construyendo la fábrica Batlló entre 1868 y 1869. En la cercana localidad de Vilassar de Dalt construyó el Teatro de La Massa, con una bóveda de 17 metros de diámetro por 3,5 metros de flecha y un óculo central de 4 metros de diámetro. Cuando el edificio se inauguró, el 13 de marzo de 1881, él ya había partido hacia Estados Unidos, reuniendo dinero mediante una estafa de pagarés, que le imposibilitó volver a España.




Llegó a la Gran Manzana a comienzos de 1881 junto a su hijo de nueve años, con 40000 dólares en la maleta y sin saber una palabra de inglés. Le acompañaban su ama de llaves y las dos niñas de ésta. Sus continuas infidelidades y el hecho de que, a raíz de estas, su mujer lo abandonara y se marchara a Argentina con sus otros dos hijos mayores hizo crecer su descrédito social en Barcelona, donde ya era un arquitecto respetado y consolidado por las sensacionales obras de la fábrica textil Batlló y el Teatro La Massa.


El arquitecto valenciano creyó que su carrera se vería afectada por aquellos escándalos y decidió marcharse a la Gran Manzana. Tal fue su convencimiento que jamás volvería a pisar suelo español, encarnando como pocos el sueño americano. Algo que él mismo buscó desde el inicio de su carrera participando en todo tipo de exposiciones nacionales e internacionales. De hecho, ya había estado en Estados Unidos en 1876 para participar con gran éxito en la Exposición del Centenario de Filadelfia.


Al otro lado del Atántico vendió las bondades de la bóveda tabicada española, un sistema de construcción muy popular en el que se utilizan capas de ladrillos finos para construir estructuras muy ligeras, pero de gran resistencia. Esa fue su tarjeta de entrada cuando llegó a Nueva York en un momento crítico de la historia de la arquitectura estadounidense, tras los catastróficos incendios de Chicago en 1871, que dejó 300 muertos y 100000 personas sin hogar, o de Boston en 1872, con 776 edificios quemados y 26 hectáreas del centro afectadas. El riesgo del uso generalizado de la madera como material de construcción en las grandes urbes ponían de manifiesto la imperiosa necesidad de emplear materiales ignífugos.


La versión mejorada de las bóvedas tabicadas que Guastavino había presentado en Filadelfia, con piezas cerámicas planas que se empleaban desde tiempos antiguos en la arquitectura del Mediterráneo, pero más baratas, rápidas de construir, sólidas y, sobre todo, ignífugas, eran una alternativa perfecta para combatir las carencias de las construcciones de madera. Con esta última característica se dice que salvó la vida a miles de estadounidenses.


La intención de Guastavino al llegar a Estados Unidos fue la de hacerse un hueco como arquitecto y lograr el mismo prestigio que tenía en la Comunidad Valenciana y Barcelona. Consiguió firmar algunos proyectos, pero la suerte no le sonrió mucho en este sentido. La verdadera oportunidad no le llegó hasta un tiempo después, cuando fue contratado por el estudio de arquitectura más importante de la época McKim, Mead & White, a los que se ofreció para construir gratis la bóveda de la Biblioteca Pública de Boston con su técnica. Se trataba de la primera biblioteca pública y municipal de América del Norte.





Fue una hábil estrategia del arquitecto valenciano, puesto que sabía que aquello le daría la fama que necesitaba para obtener más proyectos de trabajo. Como revela el documental dirigido por Eva Vizcarra, «El arquitecto de Nueva York» (2016) —en referencia al calificativo del «The New York Times»—, Guastavino construyó aquella bóveda en un lugar público, llamó a la prensa y le prendió fuego para demostrar que era resistente a la llamas. Así consiguió captar la atención de los medios y las constructoras. Y lo consiguió, porque los contratos a partir de ese momento fueron cada vez más numerosos e importantes. De hecho, el propio nombre de su empresa, Guastavino Fireproof Construction Company, se encargaba de publicitar este aspecto.


Antes de que acabara el siglo XIX, también fundó una fábrica a las afueras de Boston para elaborar los ladrillos y azulejos policromados. Asimismo, fue responsable de la construcción de la espectacular Sala de Registro del edificio de inmigración de la isla de Ellis (1900), que se edificó para reemplazar la anterior de madera que había sufrido un incendio en 1897. Resulta curioso que el inmigrante español fuera el autor de la impresionante bóveda que se constituyó como puerta de entrada al país de millones de inmigrantes hasta hace no mucho.


A estas se sumaron otros muchos proyectos, entre los que había bibliotecas, iglesias, edificios gubernamentales, museos, universidades, auditorios, estaciones de metro y ferrocarril, puentes, túneles, hoteles y edificios privados. Al final acabó superando los 1000 edificios en todo el continente americano, de los cuales hoy todavía perviven 600 constituyendo su legado. En 1910 participaba simultáneamente en la construcción de 100 de estas construcciones en 12 ciudades diferentes de Estados Unidos.


El método de Guastavino aunaba virtudes estructurales y decorativas, logrando convencer a los arquitectos e ingenieros americanos de la época. Impartió numerosas conferencias, publicó artículos y ponencias e incluso escribió un libro recogiendo sus teorías sobre su sistema constructivo.


Las aportaciones de este arquitecto valenciano son tan impresionantes que sorprende su falta de reconocimiento. Hasta 1972 no es citado en ningún libro de arquitectura y la primera tesis sobre su obra no se realizó hasta 2004. En 2008 se le dedicó una exposición en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). En 2014, otra en el Museo de la Ciudad de Nueva York, bajo el nombre de «Palacios para el pueblo: Guastavino y el arte del alicatado». Ninguna en España, donde por lo menos se rodó el documental de Eva Vizcarra citado anteriormente.


La mayoría de los edificios que construyó están en Boston y, sobre todo, en Nueva York, pero los podemos encontrar en otros 30 estados, en Canadá y en Cuba. Se dice que resulta imposible escapar de la sombra de sus edificios si se pasea por la Gran Manzana. El archiconocido Oyster Bar & Restaurant y la contigua «Galería de los Susurros» de la Grand Central Terminal de Nueva York, que cada año recorren millones de turistas, son suyas. Esta última, además, era el rincón preferido del mito del jazz Charles Mingus. También se puede ver su mano en la Sinagoga Emanu-El y en la Catedral de San Juan el Divino, que contiene muchas bóvedas y escaleras de Guastavino, además de la gran cúpula central de teja, con sus 33 metros de luz y 50 de altura aún imperturbable, a pesar de las críticas recibidas en los periódicos de la época.


Estación de City Hall.


Se pueden destacar, asimismo, su intervención en la Iglesia Episcopal de San Bartolomé, ubicada en la Quinta Avenida; en el famoso Hospital Monte Sinaí, aquel que inmortalizó el escritor José Luis Sampedro en «Fronteras»; en la estación de metro City Hall, de 1904, hoy inactiva, pero convertida en un lugar de peregrinación para los amantes de la arquitectura, y en las arcadas abovedadas bajo el conocido Puente de Queensboro, construido en 1909 y popularizado por Woody Allen años después en la película «Manhattan». Tampoco se puede olvidar la autoría de Guastavino en las bóvedas del mítico Carnegie Hall y las del Museo Americano de Historia Natural, en Nueva York, o las del edificio de la Corte Suprema de Estados Unidos, en Washington.


El Bóveda Guastavino en el Grand Central Oyster Bar de Nueva York, su obra más famosa.



Guastavino falleció en febrero de 1908 en Ashville (Carolina del Norte), lugar en el que se había afincado a mediados de la década de 1890. Tras su muerte, The New York Times le concedió el título de “arquitecto de Nueva York”. Su hijo menor, Rafael Guastavino Expósito o Rafael Guastavino Junior, (Barcelona, 1873 - Nueva York, 1950), también arquitecto, continuó con la empresa familiar.



El reconocimiento de su importancia para la arquitectura estadounidense le llegó tardíamente gracias al movimiento para la conservación de los edificios emblemáticos del pasado de Nueva York que se estaban derribando o estaban en peligro de ser derribados. El descubrimiento de los restos en la estación Pensilvania hizo reflotar de nuevo su figura de cara al gran público, aunque sin alcanzar la notoriedad de otros arquitectos como Santiago Calatrava. No obstante, lo cierto es que, sin Guastavino, muchos edificios históricos de Estados Unidos se habrían perdido.


El dramático derrumbe de esta joya de la arquitectura, construida en 1910, y cuya desaparición los neoyorquinos aún lamentan, permitió salvar la estación Gran Central, a raíz de una campaña liderada nada menos que por Jacqueline Kennedy Onassis, la cual acabó ante el Tribunal Supremo. En junio de 1978, la justicia prohibió su demolición y sentó las bases para las futuras leyes de protección del patrimonio.



Fuentes de las que se ha extraído la información:


VIANA, Israel. El olvidado arquitecto valenciano que huyó de España y construyó media ciudad de Nueva York [en línea]. Actualizada: 28 de febrero de 2020. Disponible en: https://www.abc.es/historia/abci-olvidado-arquitecto-valenciano-huyo-espana-y-construyo-media-ciudad-nueva-york-202002272323_noticia_amp.html?__twitter_impression=true

MORA, Kiko. Carmencita on the road: Baile español y vaudeville en los Estados Unidos de América (1889-1895) [en línea]. Actualizada: 28 de octubre de 2011. Disponible en: http://www.elumiere.net/exclusivo_web/carmencita/carmencita_on_the_road.php

CRUZADO Rodríguez, Ángeles. Carmencita Dauset, la reina de Broadway. [en línea]. Actualizada: 17 de octubre de 2014. Disponible en: https://www.flamencasporderecho.com/carmencita-dauset-i/



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